La benévola by Laird Hunt

La benévola by Laird Hunt

autor:Laird Hunt [Hunt, Laird]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00


No fue eso lo que Alcofibras vino a decirme a su regreso. Cuando Alcofibras traspasó la pared de mi noche engrilletada muchas semanas después de haberse desplomado Linus Lancaster en la mesa, no fue para sentarse ante mí con las piernas cruzadas, rodeado de ratas, y conversar sobre túnicas y piedras preciosas y coronas. Después de sentarse, encogido y quebrantado a fuerza de azotes, iluminado por el resplandor de sus propios ojos ardientes, envuelto en un manto rojo, no se levantó para hablar del advenimiento del Señor. Eso lo sé, a pesar de que lo único que me dijo a modo de saludo en aquel cuenco de negrura fue: «Buenas noches, señorita Ginny». Nadie, ni siquiera yo, con un ojo cerrado por la hinchazón, habría confundido lo que vino a continuación con nada relativo al cordero.

Alcofibras echó atrás el manto y enseñó los hombros azotados y levantó sus flacas piernas y cruzó los brazos, y la luz de sus ojos iluminó todo su cuerpo. Alzando las rodillas por encima de la cabeza a ambos lados, golpeó el suelo con las plantas rosadas de los pies. No había más música que el tableteo de sus plantas rosadas en el suelo frío. De pronto empezó a batir las palmas de las manos. Cada vez que las separaba, las abría hacia mí como si dijera «Alto ahí». Luego se inclinaba y me enseñaba la espalda y los hombros y me lanzaba una mirada desde abajo. Luego se inclinaba otra vez y se colocaba el manto en la cabeza y, a rastras, giraba hasta mostrarme la espalda desnuda. Luego se erguía y se ladeaba hacia mí, y mientras yo lo miraba, un ojo del tamaño de un platillo se abría y cerraba en medio de sus hombros, y entonces él se volvía y se cubría otra vez con el manto y me sonreía y de nuevo alzaba las piernas y golpeteaba el suelo con las plantas de los pies y batía palmas y las abría hacia mí como si dijera «Alto ahí».

Luego se quedó inmóvil, y me miró y me miró y me miró, y aparecieron bocas en sus brazos y sus piernas y todas ellas se abrieron y todas ellas gimieron al mismo tiempo; luego se cerraron y quedaron en silencio. Entonces Alcofibras se acercó más a mí, las rodillas en alto a los lados y batiendo palmas, y se inclinó hacia mí, y al hacerlo, le salieron orejas en la frente y en las mejillas y en el cuello y en el pecho, hasta que las tenía por todas partes e incluso las orejas tenían orejas y las orejas temblaban, y de pronto descubrí que sollozaba porque lo único que las orejas tenían para escuchar era mi pobre respiración y mi pobre corazón, y lo único que su boca tenía por lo que gemir y lo único que sus ojos tenían para ver era mi pobre persona, engrilletada en la oscuridad, una triste criatura de la tierra, cuando fuera había tantas cosas,



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